Hola, Johannes. Acabas de realizar una expedición benéfica en bicicleta que te ha llevado de Sylt a Venecia: más de 1.600 km y 8.200 metros de altitud. ¿Cómo se prepara culinariamente un chef galardonado con 2 estrellas Michelin para una aventura de este calibre?
(Risas) Pues, si te soy sincero, ¡de ninguna manera! La verdad es que apenas llevaba comida conmigo y muy a menudo iba desesperado por encontrar una panadería o una charcutería de verdad o una buena fonda. Por desgracia, muchas veces no encontraba nada decente para comer durante kilómetros, porque cada vez quedan menos tiendas y restaurantes tradicionales. Hoy en día predomina la comida industrial y los alimentos procesados destinados a un consumo masivo. Cuando me encontraba en esta situación, me limitaba simplemente a comer manzanas o plátanos, lo cual hacía que todavía disfrutara más el hecho de encontrarme, de vez en cuando, con una buena panadería o un buen restaurante local.

¿Por qué decidiste realizar esta expedición?
Después de 23 años, decidí traspasar la dirección del restaurante Söl’ring Hof de Sylt para recuperar un poco mi espacio personal. Durante esta fase de replanteamiento vital nació la idea de dedicar diez días al año, durante los próximos diez años, a una buena causa. La primera de estas expediciones benéficas la realicé en 2022 de Sylt a París y conseguí recaudar más de 50.000 euros para diversas organizaciones sin ánimo de lucro. Hice, por así decirlo, mi Camino de Santiago particular, pero en bicicleta. Este año empecé de nuevo en Sylt y pasé por Hamburgo, Göttingen, Múnich, Innsbruck y el paso de Brenner hasta Venecia.

¿Cuál era la buena causa esta vez?
La expedición estaba destinada a recaudar fondos para dos ONG: Save the Children e. V., que ayuda a niños y niñas en situación de vulnerabilidad en todo el mundo, y ACKER e. V., una organización dedicada a revalorizar la importancia de los alimentos en la sociedad y a luchar contra la pérdida de conocimientos y habilidades en el ámbito de la producción de alimentos.

¿Cómo te preparaste para la expedición?
Tengo la suerte de ser una persona muy madrugadora. Aquí en el Norte amanece temprano. Aprovechaba las primeras horas del día para dar un paseo en bicicleta tres o cuatro veces por semana. En cada salida recorría al menos 80 km, con una parada para desayunar. Lo hice durante seis semanas. Aunque, siempre lo digo: puedes entrenar las piernas, las muñecas o el cuello, ¡pero no el trasero! (Risas) En este sentido he de decir, no obstante, que estoy encantado con el sillín que tengo desde hace dos años. También practico yoga desde hace mucho tiempo. Mi esterilla de yoga viajó conmigo en el portaequipajes durante todo el trayecto, y al caer la tarde solía hacer ejercicios de estiramiento y relajación a la sombra.

¿Cuánto tiempo duró en total la expedición?
Doce días. Planifiqué cada jornada de antemano con la herramienta Komoot. El primer día fue un auténtico horror (risas). Pedaleé los primeros 215 kilómetros de Rantum a Hamburgo de un tirón. Quería llegar a tiempo para poder celebrar allí el treinta cumpleaños de mi hija. Los días siguientes también le metí bastante gas y recorrí entre 160 y 180 kilómetros al día; después, un poco menos. El octavo día crucé el paso de Brenner, con una pendiente de hasta el 23%: muy exigente físicamente, aunque con unos carriles bici fantásticos.

Has realizado la expedición con una Supercharger de Riese & Müller.
Sí, hace unos dos años que conduzco esta bicicleta. ¡Es absolutamente increíble! Es super ergonómica y circula de forma muy estable y segura. Y apenas si tuve que arreglar cuatro cosas después de la macro expedición. En Sylt cuento con mi distribuidor de confianza, Nordsee Bike, que con su elevada competencia me ha ayudado y asesorado en todo momento.