Laetitia y la Charger
01.01.2024 | Travel & Adventure
Personas de todo el mundo están haciendo de nuestras bicicletas una parte esencial de su vida. En este apartado nos cuentan su historia.
Me llamo Laetitia. Cuando tenía 27 años, dejé Suiza montada a lomos de una bicicleta con un solo destino en mente: Oriente. Esto me llevó a recorrer en bicicleta más de 40.000 kilómetros alrededor del mundo. Por el camino, me convertí en guía de bicicleta en China.
Cada día que pasaba me sentía más fuerte y estaba convencida de que no había montaña que pudiera detenerme. Nunca imaginé que lo que me iba a detener iba a ser mi salud. Pero así fue: un dolor crónico se convirtió poco a poco en mi nueva normalidad. Hasta el día en el que me di cuenta de que apenas podía caminar. Tuve que renunciar a mi fiel compañera, la bicicleta con la que había recorrido el mundo.
¿Qué me estaba pasando? No lo entendía, tampoco mi médico, hasta que finalmente llegó el diagnóstico: espondiloartritis.
¿Espondi... qué? A los 34 años descubrí que la artritis puede afectar a personas de todas las edades y que una de cada cuatro personas padece esta enfermedad crónica y degenerativa.
Con una inflamación aguda en las articulaciones de la columna vertebral, las caderas, el cuello, los dedos y otras partes del cuerpo, cada día perdía más movilidad y más musculatura. La rigidez muscular y el dolor se convirtieron en mi pan de cada día. A medida que pasaba el tiempo me reconocía cada vez menos. Sin posibilidades de pedalear ni de disfrutar del aire libre, tuve que aprender a convivir con esta nueva compañera de vida: la enfermedad.
Busqué formas de seguir haciendo las cosas que me gustaban y de volver a montar en bicicleta, sobre todo porque el ejercicio es esencial para el tratamiento de la artritis. Además, el ciclismo forma parte de quien soy, y quería encontrar la forma, como fuera, de volver a subirme a una bicicleta. Pero tras muchos intentos tuve que admitir que ya no era posible.
Mi E-Bike, mi medicina.
Si una cosa me habían enseñado todos esos años en la carretera era la capacidad de adaptarme a las circunstancias de cada momento. Por eso decidí probar con una bicicleta eléctrica. Fue un momento clave que me devolvió la esperanza. Día tras día, gracias a la E-Bike, volví a moverme, recuperé las fuerzas, recobré la confianza en mí misma y conseguí darle la vuelta a la situación.
Desde entonces, he recorrido con mi Charger más de 24.000 kilómetros por Europa, he encontrado trabajo y vuelvo a ser una persona autónoma e independiente. También he creado un proyecto para contar mi historia y doy charlas para concienciar a la opinión pública. Personas que padecen artritis de todo el mundo se han puesto en contacto conmigo y han podido pedalear de nuevo gracias a la E-Bike.
A la hora de elegir mi bicicleta eléctrica, lo único que tenía claro es que tenía que ser una buena máquina en la que pudiera confiar, porque la iba a poner realmente a prueba. Tenía que poder recorrer, sobre todo, largas distancias y una gran variedad de rutas, y ofrecer un servicio de asistencia flexible capaz de irse adaptando a mi estado de salud y a las condiciones meteorológicas de las distintas etapas. Tenía que ser capaz, además, naturalmente, de ir cargada como una mula. Al final me decidí por la Charger, una elección de la que estoy muy contenta, puesto que nunca me ha dejado tirada. La fiabilidad y la calidad de sus componentes y del motor me han llevado por diez países distintos, y hoy siguen rindiendo como el primer día.
Tener una E-Bike cambió mi vida y estoy profundamente agradecida de que exista esta tecnología, porque para mí es la mejor medicina.